domingo, 27 de diciembre de 2009

carta a todas tus catástrofes

Estimado señor Equis:

Sigo esperando la carta que me prometió aquel día, aunque no le culpo si se te olvido escribirla. Suelen olvidarse cosas en estos días. Por ejemplo, yo he olvidado como se llamaba y a veces no me acuerdo ni de como me llamo yo. ¿Debería disculparme por eso? Realmente creo que sólo pedimos perdón cuando necesitamos ser perdonados. Y yo no lo necesito, al menos no ahora.

Lo cierto es que le escribo porque me preguntaba cómo se encuentra ahora, si es capaz de mirar a la gente desde arriba o si sigue considerando que es mejor analizarlos desde abajo, como a los pájaros. ¿Continúa usted interesado en la ornitología? Nunca comprendí su obsesión por saber cómo se ve el mundo desde arriba, cuando usted y yo sabemos que desde lo alto de los rascacielos, nadie se fija en quién es quién, sino que simplemente se mira. Nosotros nos hartamos de mirarnos. ¿ve? Debería pedirme perdón por eso, por haberme hecho recorrer a nado tantos kilómetros hasta usted y después haberme abandonado, pero bueno, repito, que si no considera que debe ser perdonado....

Quisiera decirle que siento haber sido tan antipática la última vez que nos encontramos. Coincidirá usted conmigo si le digo que un ascensor es un lugar terriblemente agobiante. No me gustan los sitios cerrados y por eso siempre nos encontrábamos en terrazas y parques. Luego usted, me invitaba a un helado de chocolate. Hasta que se fue sin avisar. Fue tan descortés por su parte... Pero bueno, ya no me voy a lamentar.

Recuerdo que la última vez que le vi aún caminaba por las calles de su ciudad imaginaria. No hablo de Macondo, precisamente, sino de una ciudad sin apenas casas. Usted estaba empeñado en que las casas no nos hacen más felices sino más infelices porque nos recuerdan que tenemos un lugar al que regresar y eso nos quita libertad. Supongo que por eso usted se empeñaba en transformar la realidad en imágenes mentales. Nunca se fijó en que los adoquines de las calles podían dirigirse a Oz. No sé, señor Equis, pero creo que no está mal tener un lugar al que volver cuando estás cansada. Realmente el mundo se está haciendo un lugar complicado, y empiezo a entender que usted prefiriera marcharse lejos de él. Me pregunto cómo se fue, que camino eligió y si algún día podría seguirlo yo. La vida no es fácil, Equis, pero usted lo mejoraba cuando se negaba a creer que fuese tan desagradable como se mostraba. Usted me donaba fe, y yo a cambio no le daba nada. Ni siquiera cariño. ¡Si viese las veces en las que me he arrepentido! Por eso sí que le pido perdón, ya ve. Es que hay historias que no acaban nunca, ¿sabe? Porque nunca recordamos olvidarnos de lo que queremos recordar.

Le interesará saber que ya he avanzado mucho en el puzzle que compramos usted y yo en el mercadillo. El enorme puzzle mundial de 50000 piezas. Europa ya está conquistada, ¿sabe? Cuando miro las capitales recuerdos sus lecciones de historia y geografía y se me viene a la mente eso de que si alguien destruyó a Napoleón fue él mismo. Sobre eso.... ¿nunca se ha planteado usted ser emperador francés? Hubiese sido un tirano estupendo.

Realmente espero que se encuentre bien,

Señorita I Griega.



Pubicado en el periódico Delicias al Día en octubre de 2007.

jueves, 3 de diciembre de 2009




Los dos nos quedamos sin pulso al romperse la boca con tanta obediencia.



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