miércoles, 29 de octubre de 2008

música

Éramos una puñetera ópera rock. Yo gritaba y tú gritabas y entre nuestro chillidos, y mi frutración y tus desvaríos, justo entre eso, había algo que se rompía como una jodida cuerda demasiado tensa. Algo que quebraba el rítmico compás que creábamos. Cuando yo reía y tú hablabas. Cuando yo hablabla y tú reías.
La historia siempre era la misma. Yo quería permanecer. Tú querías avanzar. Nuestra lucha de contrarios y nada más. Por supuesto las cosa solían acabar mal.
Era mi portazo contra tu rabia y tu música contra mi paz. Quizá debimos hablar más y gritarnos menos. Si supieras lo mucho que pienso en ti ahora que sé que nunca te voy a volver a ver. Nos equivocamos y ya está.
Tú no eres Kurt Cobain ni yo Courtney Love, no tenemos historia en la que el amor no es sucificiente. No tenemos gran relato épico, de esos que nunca te cansas de escuchar, de los que cuentas a tus nietos cuando eres viejo, con los que te levantas cada mañana, los que te hacen ser mejor. Queríamos ser Sid y Nancy, pero con final feliz. Yo no quería colgarte un candado alrededor de tu cuello, me bastaba con saber que de vez en cuando, me pertenecías. Tú no tenías porqué morir por mí. No pretendía que me cantases un réquiem sin final.
Me bastaba con ser tu balada pop. Tu hit comercial. La primera canción de tu lista de éxitos, la última melodia que tarareabas antes de ir a dormir. Me bastaba con que me dedicaras un silencio entre tus acordes porque así todo era mucho más fácil.
Como si tuviesemos nuestra propia harmonía.

1 comentario:

Laura dijo...

Me encanta cosa!! *_*

Pero qué bien escribes *o*