domingo, 13 de noviembre de 2011

práctica 4

Ahí entre las colinas azules hay un castillo de muros verdes. ¿Véis la luz colándose entre las ruinas? Hoy el cielo está claro, tan claro como aquella noche en que ardieron las vigas de madera. Bajo el musgo se ve la piedra ennegrecida en grandes pendones oscuros. Cuentan que tardó una semana en apagarse y que aún después de meses se podía encontrar rescoldos ardientes bajos las cenizas. En su tiempo, fue un palacio glorioso, enorme, brillante, con grandes estandartes del marquesado, con 100 sirvientes y con la devoción del pueblo hacia todos sus señores. Hacia todos excepto el último, cuya arrogancia le llevó al drama. ¿Véis aquella ventana sin arco? A través de ella le vieron quemarse entre las llamas reconcomido por la conciencia. Su esposa pudo escapar, pero él ardió con todas las telas, con todos sus muebles y todos sus fantasmas.

En los pueblos cuentan que precisamente fue un espíritu el que le llevó a la desesperación, la presencia de una mujer que murió en el castillo por su falta de caridad le atormentó de tal manera que decidió terminar con aquel mal. Nadie lo creía hasta que se encontró un viejo manuscrito entre los muros de una villa toscana. Narraba la historia de un viejo comerciante de Florencia, que interesado en comprar el castillo, fue a visitarlo. Sin embargo, cuenta con la pluma casi agotada y el pulso cimbreante, que durante la noche sintió la extraña presencia de una mujer que se levantaba de un lecho de paja, caí, se volvía a levantar y moría poco antes de llegar a la salida de la estancia. Después de eso ya no se entiende, pero se supone que le contó al dueño y que realmente huyó despavorido. También se han oído historias así entre los joyeros de Amberes y los empresarios alemanes, todos sitúan el castillo en una zona montañosa y todos se sorprendieron al saber el fin que había tenido tan bello edificio. Algunos han investigado sobre ello. ¿Veis el arco de medio punta roto mirando a poniente? Se conservan algunas arquivoltas escamadas, un poco tintadas en escarlata. Contó un viejo montañés que allí llegó una pordiosera una noche heladora de invierno. Temblorosa y enferma, el ama de llaves se apiadó de ella y la acomodó en una de las estancias del palacio sobre un lecho de paja. Allí descansó hasta que el marqués, de vuelta de su caza por los bosques cercanos (mala época aquella, había dejado escapar dos ciervos y un jabato), la echó de su reposo, y aún viéndola caer y levantarse entre dolores, no le ayudó ni en su última caída. Me gusta pensar que no dejar descansar al arrogante marqués fue una buena venganza. Sin embargo, aquella locura, ¿a qué se debía? Intentad imaginar su circunstancia, desesperado por vender su palacio, acuciado por las deudas y con un fantasma en el castillo. Ahora, dicen los que se acercan en la noche, se oyen voces en la oscuridad y entre aquellas ventanas se ve una luz que late, que va creciendo como un fuego que devora los fantasmas sucios de las ruinas.

1 comentario:

Onofre B dijo...

Muy bueno (: ¿Atisbo un poco de las leyendas de Bécquer en todo esto? Quizá no sea él y hayas de perdonarme lo escueto de mis referencias.
Pero en cualquier caso me ha gustado, y es divertido que tus prácticas traten de esto. Yo analizo por qué se rompen piezas de camiones :P